Anabela Crosetto Renzi

El velo

Dicen que estaba dormida hacía un buen rato, que no la vi. Tengo la sensación de respirarla, sentirla en la cara. No se si fue real o quizás simplemente la nombraron cerca mío.
—La niebla, la niebla.
Está incrustada en el recuerdo de esa mañana de otoño, de paisajes grises y marrones, de ausencia de sol. De humedad mojando las narices.
Estaba ahí y era la causante de absolutamente todo lo que pasó. ¡Qué ilusa! como si encontrar un responsable podría atenuar el dolor de ver cómo ese cuerpo se apagaba.
Sus ojos grandes, abiertos, infinitos me miraban y yo me reflejaba en ellos caminando hacia la masa de carne desparramada. Se los cerré con suavidad. Lo hice por mí. Los cuchillos de la culpa me mataban al ver el brillo de sus pupilas y una lágrima en la comisura que quedó ahí, a punto de salir.é

Los vestidos desgarrados

Vestidos con volados, largos, cortos con el cuello de puntilla o canesú. De algodón o fibrana, frescos para el verano o abrigaditos y gruesos de rayón o corderoy.
Los que puntada a puntada cosiste con retazos de oferta que compraste con los vueltos del almacén y de las changas trapeando casas.
Los moldes hechos de papel de diario decorando nuestra mesa, llenando de flores mis ilusiones y de agujas tu inmensa pena.
La gabardina estampada con manzanas que me llevó a más de una fiesta estrenando muchas veces la misma jumper.
Los que delinearon las primeras curvas con satén, marcando mis pechos, mis nalgas, llevándome a los primeros amores de no más que un beso.
Los que deshilache corriendo por los campos con amigas, los que denunciaron con sus rasgaduras un abuso.
El que vistió el humilde festejo de mis quince en la casa de un pariente, arruinado por un vino barato que tumbó el tío Paco y me lo manchó.
El beige y dorado que emancipó la aventura de probar suerte en otro lugar. Tu hermosa sonrisa desdentada acompañándome a esperar el tren, tu mano gruesa apretando la mía, el deseo de un retraso horario que no sucedió.
El chirrido de los rieles anunciando la llegada de mi partida. La puerta cerrándose enganchando y cortando un pedazo de una larga historia. Mi cara detrás del vidrio pidiendote disculpas, la tuya asintiendo y parpadeando un “no hay por qué pedir perdón”. El lenguaje mudo de tus arrugas hablándome en la ventana, mi cuerpo desintegrado en el asiento fingiendo felicidad e ignorando que esa era la última vez que iba a verte.

Anabela Crosetto Renzi


Anabela nació en Firmat el 29 octubre de 1985 y desde sus diez años vive en la Ciudad de
Rosario. Técnica superior en Familia y Niñez, trabaja en la Municipalidad de Rosario desde
el 2009 coordinando programas sociales a través de organizaciones en las que se enmarca
el trabajo cotidiano del territorio, donde el arte, el aprendizaje y la cultura tejen redes
inclusivas y de superación colectiva. La escritura es su máximo canal de expresión, su
refugio y resiliencia.