De mi abuelo
heredé la nostalgia.
Él me dijo que no,
el camino no tiene el mismo color por la tarde
que en su perfume,
las Magnolias esconden el recuerdo.
Esperaba que el llanto quebrara
la habitación de ese
sórdido mutismo en el que no
te das cuenta
de que estás aguantando la respiración.
Hasta que nos asfixia.
Gretel tiñó sus Magnolias de negro y salpicó
los campos de centeno
y los de trigo.
Yo me aferré con fuerza al estuche de mi abuelo
con la inocencia de intentar abrazar
el tiempo.