Hiératica

Preñada de barro
empuja la  fatiga
amarga.
en cascos heridos,
Pronuncia  la lluvia reciente.
la negra cintura
se enreda
en la sombra perdida de rezos.

La misa

Se hizo cristiana
bebiendo crepúsculos
de lisonjas escaleras.
Salmodia de feligreses
asilan el pan.
Los acosos andariegos
con migajas se conforman
y en rodillas de ruego,
con un grito invisible
cruza la calle

Sin tregua

Deja el mate en
la trunca madera.
Amontonada de huellas
espera la llegada del  Juan.
Muerde miedo,
yerba  y vino.
El  quebrado umbral ensalma
la agonía de patadas.
La negra grita.
Los de atrás los hacen callar.
Escapularios rojos en la
espuma del colchón,
primitiva,
mutilada,
abre las piernas,
juan la desgaja,
y entre sueños la negra
canta cuajada de sangre.

Cosechera

El sol le apuñala las manos de algodón.
Diluyen los surcos represivos,
entre uno y otro cae
la inagotable lluvia del cansancio.
Marrón de castigo,
Cura  pare,
el silencio del patrón.

¿Quién no está un poco roto?

Se desvanece el  delgado disfraz en el embarrado  invierno 
de grietas gélidas.
Las piezas comienzan a descarnarse en ausencias
despojadas de todo o
nada.
De rodillas vagan los intentos sedientos de esperanza humilde,
y la piadosa mentira
grita inútil
el vacío engaño
¿Quién tiene la potestad de inmiscuirse en la henchida marca?
Humanamente viva.
¿No es el final de lo que se construye
con fervorosa fe, y
hasta con una elegía sin tristeza?
¿Quién no se ahogo con la ilícita lágrima?
¿Quién no fue sombra con el sol?
Humanamente vacíos,
Perturbados por los cuervos que merodean
la finitud del transeúnte.
Humanamente completos.
Fecunda entraña,
Polvo,
viento
siempre pariendo.
Crisálida
garganta de
ruda acorralada
adherida a excusas.
La  sed irrumpe
con la obediencia
desnuda,
oculta,
charlatana,
repitiendo,
y regurgitando gusanos.

Andariego

Recogen la luz de la escarcha,
mordidos de vientos
quejan la hambría  de
de miserables yugos.
Salvajes hilachas  de carros
enraízan las piedras
el lento tranco.
Mortajas,
agonía,
tragados de tierra
osamenta  y gusanos
relincho de cielo
vuelve
espera tu caballo.

Patricia Maraviglia

Nació un invierno de 1965. Su infancia y adolescencia transcurrió entre las tardes amarillas y el aroma de los verdes campos de su pueblo natal, Conesa, Provincia de Buenos Aires. Se radico en Rosario hace treinta años. Es Docente de Nivel Primario y Especial.

Degustadora del arte y de los instantes en que las palabras nos piensan y nos hacen unánimes.